En las ultimas semanas, la ciudad de Cali ha sido epicentro de las jornadas de protestas concernientes al Paro Nacional, que se viene desarrollando en todo el país desde el 28 de abril. Allí no solo se ha visto una particular fuerza en las reclamaciones populares, sino también una mayor represión por parte de las fuerzas del estado. La mayoría de las personas asesinadas en las protestas, según varios medios e investigadores, se han localizado en esta ciudad.
Así mismo, se han visto algunos hechos simbólicos de resignificación de la historia, entre los que destaco el derribamiento por parte de representantes de la etnia Misak, de la estatua del conquistador Sebastián De Belalcázar, realizada por Victorio Macho y emplazada desde 1937 en un cerro que se alza sobre la ciudad. Aquí se ve de nuevo, los intentos para crear nuevas narrativas que tenga en cuenta a los oprimidos, y no sigan ensalzando a los opresores.
Cali ha sido una de las ciudades en Colombia en donde la desigualdad y la represión han estado presentes desde la fundación de la ciudad colonial en el siglo XVI, teniendo fuertes componentes de clase y de raza. Es por ello por lo que el día de hoy haremos un pequeño recorrido a través de esta historia, buscando entender las razones por las cuales esta ciudad es el día de hoy un punto caliente de explosión social.
Construcción de una sociedad colonizada.
Con la llegada de los españoles, y la brutal conquista de los pueblos indígenas que habitaban la región del Valle del Cauca, la zona de lo que hoy conocemos como Cali, se convirtió, al igual que otros espacios colonizados, en un espacio estructurado para la economía extractivo comercial que favorecía a la metrópoli española. Cali en particular, al encontrarse en un Valle, y hallarse relativamente cerca al océano Pacifico, tenía a su disposición una geografía que favorecía la agricultura, y servía como zona de paso comercial para las cercanas economías minero-extractivistas del Cauca y Choco.
En la agricultura, se favorecía especialmente la caña de azúcar, la cual fue aparentemente introducida por Sebastián de Belalcázar en persona. La creación de haciendas y trapiches alrededor de ese pequeño poblado que se convertiría en Cali, trajo consigo la misma división y segregación étnica y de clase que se introdujo en otras partes de las colonias. Primero se empezó con la introducción de mano de obra indígena, forzada al trabajo a través del sistema de encomienda, y luego, tras la significativa reducción poblacional de esta, se introdujo mano de obra esclava, con africanos secuestrados.
Esta economía agrícola iba de la mano con la economía minera de las llamadas “fronteras” del Choco y Barbacoas (en la actual Nariño), de donde se extraía oro. Esto desde el siglo XVII aumento la demanda sobre productos como el azúcar y el aguardiente. Así mismo, esta vía comercial implico la llegada de aun mas mano de obra esclava africana, que se distribuía entre las minas y las haciendas azucareras, tabacaleras y ganaderas, además de los hogares de los hacendados en donde ejercían como servidumbre. La compra y venta de esclavos era bastante prevalente en la región, y se estima que para 1793, de los 6.500 habitantes de Cali, 1.100 eran esclavos africanos.
Con la presencia de este sistema represivo, se dieron varias rebeliones, entre las que se destacaron en la zona de Cali y el resto del Valle del Cauca, las de unos personajes que solamente quedaron nombrados para la historia como “El mulato Pablo” (1772) y el “Negro Prudencio” (1785). Las fugas masivas de esclavos se intensificaron entre el siglo XVIII y XIX; aun después de la independencia de España. Uno de los palenques que se constituyeron y sobrevivieron fue el de la Playa, el cual sobrevivió hasta el día de hoy, ahora con el nombre de “Consejo Comunitario Ancestral de Negritudes la Playa Renaciente.”
El problema de la tierra
La independencia de Colombia de España no trajo el fin de estas dinámicas de desigualdad heredadas de la sociedad colonial. Aun tras la abolición de la esclavitud en 1851, poco cambio en las relaciones raciales que existían en la zona del Valle del Cauca.
Aunque si empezó a darse una serie de dinámicas sociales que buscaban la emancipación social, ya que el campesinado, compuesto sobre todo por las etnias no blancas, buscaba aumentar sus derechos relativos a la propiedad de la tierra, la libertad de cultivos y la libertad de comercio. Las elites locales, ante estas exigencias de carácter social, caracterizaban a las clases populares de “forajidos”, “malvivientes” y “malentretenidos”.
Con la llegada del siglo XX, y la creciente industrialización de la economía, se empezó a dar una movilización poblacional desde el campo hasta la ciudad, que cada día empezó a crecer y a tomar importancia. La ciudad de Cali, al igual que muchas otras del país, empezó a engrosarse con poblaciones provenientes de varios puntos de la región, fuera de las zonas del Pacifico, el puerto de Buenaventura y las zonas rurales del valle del rio Cauca, buscando allí mejores oportunidades, y en múltiples casos, huyendo de la violencia, ya fuera la bipartidista, o el actual conflicto armado.
La conformación social de la ciudad quedo claramente divida en castas, en donde una elite blanco-mestiza, heredera de los terratenientes de los siglos anteriores se apropió de los espacios centrales, mientras que las clases populares se mantuvieron en los márgenes de la ciudad. Allí se construyeron las llamadas “fronteras invisibles” que separaban los barrios “negros pobres” de los “blancos ricos”.
Cali y la región del Valle del Cauca, tienen una variedad cultural enorme, fruto de esa conjunción étnica y social, pero al mismo tiempo, esa conjunción se ha dado junto al sometimiento y la represión, que buscaban el favorecimiento económico, político y social de unos sobre otros. Las recientes protestas, y la violencia que se ha ejercido sobre ellas, son una muestra de estas injusticias históricas, y no se puede dejar pasar la oportunidad de lograr un presente y un futuro digno para todos los que en el pasado fueron maltratados.
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