Los “niños héroes”: una tragedia convertida en mito

Niños soldados en medio de la Guerra de los Mil Días en Colombia.

Hace unos días, vi un video relativamente interesante en YouTube titulado El niño que luchó en una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial. Producido por la BBC, este narraba la historia de un muchacho de 12 años que mentía sobre su edad, y se enlistaba en el ejercito británico, partiendo a luchar en las trincheras de Francia. Allí presencio el horror de la guerra de trincheras, hasta que fue traído de regreso a petición de su madre, que dio evidencia de su minoría de edad ante las autoridades.

El video me causo cierta curiosidad, la cual me llevo a revisar los comentarios. Allí básicamente me encontré dos tipos, primero un grupo que insistentemente preguntaba porque las autoridades no habían notado que el niño solo tenia 12 años, y segundo un grupo que básicamente decía que el niño había tenido suerte y era en extremo valiente por arriesgarse a “defender a su nación”. Esta última afirmación me causo especial interés, no solo por lo problemático que me resulta la exaltación del uso de menores en la guerra, sino también por el uso de una narrativa en que la “valentía” y el “sacrificio” son valores necesarios a la hora de construir una idea de “nación”.

Las naciones son estructuras curiosas, unas “comunidades imaginadas” si usamos el famoso termino de Benedict Anderson. Estas son mucho mas recientes de lo que se piensa, por lo que para justificarse a si mismas, se han advocado como las herederas de una seria de valores e ideas atemporales.

Las naciones construyen mitos sobre si mismas, que en cierta manera favorecen un statu quo presente, que es visto como la culminación de una serie de procesos históricos. Para crear estos mitos, se crean también unas narrativas, las cuales, al ser analizadas, muchas veces revelan elementos recurrentes. Como ya lo mencionamos, los valores del sacrificio y el valor son particularmente exaltados, ya que morir defendiendo una causa (la cual para los nacionalismos generalmente es la grandeza de la nación), significa que los individuos dentro de la sociedad están totalmente convencidos de la ideología que impera en la nación.

Por eso es que la guerra ha sido tradicionalmente glorificada en estas narrativas y mitos históricos nacionales, siendo casi siempre enmarcadas como conflictos necesarios para “defender la patria”. Generalmente, se pretende imponer esta actitud de arrojo y sacrificio sobre los hombres jóvenes, que generalmente componen el grueso de los ejércitos, pero cuando se encuentran ejemplos entre mujeres o niños, poblaciones que son vistas como inocentes, delicadas y con necesidad de protección, estos son particularmente enaltecidos. Veamos entonces, algunas narrativas que se han construido para el caso de los niños.

La construcción del mito

Monumentos a los niños soldados: arriba Pedro Pascasio Martínez y su amigo el “negro” José. Abajo los “Niños héroes” de México.

Esta idea de los “niños héroes” ha estado presente en todo el mundo, desde la antigüedad, hasta las épocas medievales y modernas. En Latinoamérica se han visto varios casos que han sido glorificados por las narrativas nacionales.

Uno de ellos es bastante popular en Colombia: el caso del soldadito Pedro Pascasio Martínez. La historia de este niño cuenta que tras la derrota de los realistas en la Batalla de Boyacá, varios de sus comandantes, incluyendo el comandante general, José María Barreiro, se dieron a la huida para no caer en las manos del ejercito de Simón Bolívar. Barreiro en particular, se escondió detrás de unas rocas, en donde fue encontrado y reconocido por el joven Pedro Pascasio. Barreiro, temeroso por su vida, le ofreció al niño una bolsa de monedas de oro, a cambio de que lo dejara huir, pero Pedro simplemente se negó y amenazo con insertarlo en su lanza si no lo acompañaba al campamento donde estaba Bolívar. Barreiro fue puesto prisionero, y luego fusilado en Santa Fe de Bogotá. El caso de Martínez ha sido visto como una exaltación de “la honestidad frente a la corrupción”. A pesar de dicha “honestidad”, el joven Pedro Pascasio, de origen campesino, no recibiría ningún beneficio, y viviría el resto de sus días en la pobreza en la que vivían la mayoría de los campesinos de la naciente nación.

Otro caso, un poco mas mortal, se dio en México, en medio de la guerra entre este país y los Estados Unidos. Según la historia, en el año 1847, cuando los ejércitos yanquis se encontraban próximos a tomarse ciudad de México, algunos reductos se atrincheraron en el famoso Castillo de Chapultepec, en donde se encontraba la escuela militar. Allí, seis niños, entre los 12 y los 18 años, murieron en medio de la defensa de la plaza. Con el paso de los años, a estos muchachos se les dio el nombre de “niños héroes” y se crearon toda clase de leyendas sobre sus muertes, enfatizando en esa idea del arrojo y el sacrificio. Se dijo desde que habían sido los últimos en caer en la batalla, hasta que se habían lanzado por los peñascos afuera del castillo envueltos en la bandera de México, para evitar que cayera en manos del enemigo.

La glorificación de estas “acciones heroicas” se ha engranado en el imaginario social, siendo vistas como ejemplos a seguir. Inclusive la ficción ha creado personajes que siguen estos esquemas. Por ejemplo, es bien común que en el genero de los superhéroes, estos tengan un joven acompañante, que hace parte de esas “guerras” contra el crimen. Batman tenía a Robin, el Capitán América tenia a Bucky, y Kaliman tenía a Solín. Esto en cierta forma a normalizado que los niños, viendo estos “ejemplos” en la historia y en la ficción, hayan aspirado a través de las décadas a seguir estos pasos y servir a la nación a través de la guerra.

El impacto real de los niños en la guerra

Fotograma de la película Ven y Mira, que retrata la deshumanización de los niños en la guerra.

Regresando a los comentarios del video del niño en la Primera Guerra Mundial, hay una respuesta clara para quienes preguntaban como los reclutadores no se dieron cuenta que el muchacho tenia solo 12 años, y es la siguiente: Si sabían, y no les importaba. Y esto revela una oscura realidad, tanto en la primera como en la segunda guerra mundial, se usaron niños como combatientes, ayudantes y escudos humanos en todos los bandos. Y esto aplica a muchísimos conflictos antes y después de la guerra mundiales, incluyendo entre otras, a las guerras civiles colombianas.

Si dejamos a un lado ese tinte nacionalista y romantizado de la guerra, vemos que existían unas dimensiones sociales de la violencia, en donde lamentablemente la infancia ha sido victimizada. Cuando a través del conflicto, se busca la destrucción del enemigo por cualquier método necesario, importa poco el honor que tanto claman tener los militares, por lo que es valido utilizar toda la mano de obra posible. Y los niños eran útiles, aunque no fueran una gran fuerza de pelea, si servían para acceder a sitios escondidos o pequños, para servir de asistencia no remuneradas en los quehaceres de los campamentos, o como simple carne de cañón.

Esta deshumanización y victimización de la infancia es cruelmente retratada en la película soviética de 1985, titulada Ven y Mira, que muestra la historia de un niño que se une a la resistencia bielorrusa contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. En el clímax de la película, el niño protagonista, tras pasar por los múltiples horrores del conflicto, se encuentra con una fotografía de Adolfo Hitler, a la cual comienza a dispararle con rabia, imaginándose varias escenas de la vida del dictador alemán, las cuales empiezan a reproducirse en reversa, retrocediendo en el tiempo hasta llegar a su misma infancia. El protagonista, al ver una imagen del niño Hitler, se muestra incapaz de seguir disparando. Ha descubierto que los ciclos de violencia impuestos por intereses ajenos a los suyos han destruido la misma inocencia de la infancia.

Hoy lamentablemente, la presencia de los niños como combatientes en zonas de conflicto sigue siendo bastante prevalente. En Colombia no más, los grupos armados siguen reclutándolos de manera forzosa, y las fuerzas del estado los deshumanizan y eliminan, inclusive utilizando para ellos el termino de “máquinas de guerra”. Ante esta catastrófica realidad, no se siente muy ético seguir exaltando esos mitos de niños héroes, que glorifican la victimización de la infancia en la guerra, para al final, servir de apología a las estructuras de poder que los han usado como carne de cañón.

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