¿Puede haber neutralidad en la historia?

Creo que, a riesgo de volverme un poco repetitivo, inicio este artículo de nuevo citando una temática que me encontré revisando las redes sociales. Hace algunos días, algunos políticos hablaron del asunto de la violencia subversiva en Colombia, argumentándola como la causa primordial y principal del holocausto del conflicto que sufre este país desde hace ya varias décadas. Aunque la afirmación me parece errónea, teniendo en cuenta el contexto histórico de los orígenes de la violencia en Colombia, si me pareció interesante la fuerza y el énfasis en dar ese juicio moral absoluto sobre la culpabilidad de la violencia histórica, además de la clara intención política detrás de dichas declaraciones.

Esto no es nuevo. Ya desde las épocas anteriores al uribismo, se hablaba de que la “subversión terrorista” era la responsable de todas las desgracias del país, y se enfatizaba en la existencia de unos “buenos” y unos “malos”, a la hora de representar y caracterizar el conflicto. De hecho, la palabra conflicto misma producía cierto escozor en algunos sectores politos, que no querían mostrar el asunto como una lucha entre iguales, sino como una batalla para suprimir la delincuencia.

Pero este no es el único caso particular en donde las apreciaciones morales retrospectivas sobre hechos particulares de la historia son vistas a través de varios tintes políticos, sociales, ideológicos e inclusive emocionales. Esto puede ser particularmente problemático, sobre todo cuando se aborda esa idea, de que la historia es una “ciencia” que debe tener una perspectiva neutral y “objetiva” sobre los hechos del pasado.

Pero ¿Es realmente esto posible? Ciertamente, algunos grupos le exigen neutralidad a los historiadores cuando estos dicen algo que los incomode, e inclusive se habla de adoctrinamiento. Ante esto, vale la pena que revisemos un poquito este tema, que advierto, ha sido el centro de discusiones desde hace décadas dentro y fuera de la comunidad académica, por lo que no pretendo tener las respuestas.

La neutralidad desde un punto de vista teórico

Leopold von Ranke (1795 – 1886),

Para hablar de neutralidad en la historia, es importante empezar hablando de los objetivos que se tenían a la hora de contar los hechos del pasado. En la antigüedad, la historia tenía un objetivo totalmente moralista, ya que servía para dar una enseñanza o moraleja que resolviera preguntas o problemáticas que se tuvieran en el presente. Así mismo, se buscaba que esta sirviera para darle culto a los ancestros, hablando de sus logros o su importancia para las familias o pueblos.

Un ejemplo de esto son las historias sobre los reyes de Israel, contadas varios siglos después de los hechos en los libros de la biblia judía. Allí, se hablaban de las glorias de reyes como David o Josías, que daban ejemplo de cómo debía ser el comportamiento ideal para honrar al dios de Israel; o de las maldades de reyes como Ajab, cuyo comportamiento pagano era presentado como una forma de traerle desgracias al pueblo. Estas historias no pretendían relatos objetivos de los hechos, y, de hecho, ha sido extremadamente difícil corroborarlas a través de otros medios como la arqueología. Al contrario, estas historias, al igual que muchas otras contadas en esas épocas, existían con el objetivo de engrandecer una idea.

Y por mucho tiempo la historia se escribió así, desde las vidas de los emperadores romanos, hasta las historias de los reyes de la edad media, o las crónicas de la conquista de América, las cuales existieron con el objetivo de mostrar una enseñanza moral, hacer una denuncia, o engrandecer a algún sujeto particular. Fue con la llegada del siglo XIX, al aparecer el movimiento positivista, que se empezó a pensar en la historia como un relato objetivo y científicamente construido. El mayor exponente de estas ideas, el alemán Leopold von Ranke, decía que la historia debía contar los hechos “como realmente sucedieron” teniendo la mayor neutralidad posible.

Pero esta visión de la historia tenia una serie de problemáticas que fueron resaltadas por historiadores posteriores. El historiador inglés, Edward Carr, resaltaba que dicha “objetividad” y “neutralidad” se perdía con el mero hecho de que el historiador escogiera que hechos reportar y que hechos ignorar.  Y eso sin mencionar los prejuicios propios de los historiadores occidentales de esas épocas, que casi sin excepción, veían el pasado dentro de una perspectiva eurocéntrica.

Mas adelante, la visión posmoderna planteo problematizar el mismo proceso de construcción de los relatos históricos, en donde se planteaba que allí se podía encontrar un nivel de subjetividad mucho mas alto del que se pensaba. El estadounidense Hayden White, por ejemplo, planteaba que la historia era más similar a la literatura de lo que los historiadores estaban dispuestos a admitir. La historia, planteaba White, existe como una narrativa con un sentido, en donde se le hacen preguntas al pasado desde el presente.

Adicionalmente, este sentido y estas preguntas que el historiador le hace al pasado, están filtradas a través del contexto y la visión propia del historiador, de las cuales este no puede escapar, por el mismo hecho de ser un ser humano. Es decir, la historia siempre tendrá la perspectiva política, ideológica o filosófica a la cual esta adherida el historiador que la escribe.

La validez de los juicios de valor

“Los padres de la patria” esclavistas

Queda claro entonces que la subjetividad es inescapable a la hora de construir narrativas históricas, y que por tanto es incorrecto esperar neutralidad de parte de quienes la escriben. ¿Puede decirse entonces que es valido juzgar los hechos del pasado bajo una perspectiva ética y/o moral?

Ciertamente, puede haber muchos casos en donde hacer esto lleve a conclusiones problemáticas. Por ejemplo, la historia batalla y la teoría de los “grandes hombres” propuesta por el escoces Thomas Carlyle, planteaba que la historia tenia como objetivo la veneración de ciertos individuos, que se consideraban como los motores del progreso. Al escoger quienes eran estos “grandes hombres”, se hacia una clara división entre “buenos y malos” los cuales representaban los valores y antivalores, respectivamente, que el autor quería representar a través del relato histórico.

No sobra decir que dichos juicios morales tenían una perspectiva política clara, la cual buscaba trasmitir y justificar una ideología política dentro de la sociedad. Esto pudo verse en todas las orillas políticas, que glorificaban figuras como reyes y emperadores, presidentes y libertadores, o generales y pensadores. La figura incontrovertible del “padre de la nación” se convirtió en el epítome de los valores a los que la ciudadanía debía aspirar. Esta narrativa histórica fue fuertemente usada como objeto de memorialización a través de espacios públicos y objetos artísticos, lo cual favorecía a ciertas estructuras de poder, convirtiéndose en lo que el historiador Pierre Nora llamaba “lugares de memoria”.

Es importante notar que estas interpretaciones morales del pasado no están necesariamente ligadas al poder, ya que al responder a necesidades sociales especificas del presente, también pueden estar ligadas a la resistencia misma al poder. Un ejemplo claro es la reinterpretación de las mismas figuras históricas antes glorificadas por varios regímenes. Aunque las criticas ideológicamente sustentadas sobre “padres de la nación” a veces estaban ligadas a las dinámicas de rivalidad geopolítica (por ejemplo, Lenin era demonizado en occidente, mientras era exaltado en el mundo soviético), también estas estaban ligadas a la critica a los regímenes de parte de su misma población.

Un ejemplo interesantísimo que encontré hace unos días, vino de un video de TikTok, publicado por estadounidense Jeremy Sheperd, el cual desafiaba directamente esa idea del “padre de la patria”. Allí hacia una critica directa de Thomas Jefferson, quien no solo era un esclavista (a pesar de hablar de la igualdad de los seres humanos en los documentos que escribió), sino que también violo sistemáticamente a una de sus esclavas por varias décadas.

Sobra decir que estas criticas no provienen desde un moralismo vacuo, o un intento de volver “políticamente correcta” a la historia, sino como una respuesta a unas estructuras de poder y unas ideologías que han usado estas figuras históricas como símbolos para justificarse. Es por ello por lo que, al realizarse estas críticas, aparecen figuras reaccionarias, que, o se indignan terriblemente ante los supuestos “ataques” en contra de los parangones de la patria, o claman que estas visiones van en contra de la supuesta neutralidad histórica, que ya hemos dicho que es inexistente.

Como dije al principio de este artículo, no pretendo tener las respuestas absolutas a las problemáticas planteadas. Yo me reconozco como alguien con una perspectiva ideológica, y reconozco que eso influye en mi visión sobre el pasado. Pero eso, antes que convertirse en un obstáculo, puede servir como un estrato mas para que logremos entender ese fenómeno tan complejo que es el ser humano en sociedad, lo cual no puede lograrse exclusivamente a través del “reporte de hechos”. “Los hechos en sí mismos no corresponden a la verdad” dijo alguna vez el cineasta Werner Herzog, y en cierta forma esto es verdad para la historia.

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