
Una de las controversias que se dieron tras el estreno de la Pola (telenovela estrenada en el 2010), fue haber representado la supuesta infidelidad de Magdalena Ortega hacia su esposo Antonio Nariño, con el aristócrata criollo y también prócer, Jorge Tadeo Lozano. Al contrario de lo que se pueda creer, este no fue un invento del guionista, sino la adaptación de una investigación igual de controversial realizada en los años 90 por la historiadora y ex directora del Museo de la Casa del Florero, Carmen Ortega Ricaurte.
La Pola (telenovela estrenada en el 2010

En una serie de conferencias y artículos escritos por Ortega, planteaba la tesis de la supuesta infidelidad, tras la restauración de un retrato del pintor colonial Joaquín Gutiérrez, que tradicionalmente se asociaba a Magdalena Ortega (el cual hoy en día está en el Museo de la Casa del Florero). Ese cuadro mostraba a la dama sosteniendo a una de sus hijas (o hijos), y se había descubierto que se le había pintado un pañolón que cubría un medallón con un retrato en miniatura de un caballero. Aunque historiadores como Guillermo Hernández de Alba habían planteado que el caballero era Nariño, Ortega planteaba que era Jorge Tadeo Lozano, dada una inscripción que parecía mostrar su nombre, así como el aparente parecido con otros retratos del susodicho.
Ortega y su teoría:
Ortega complemento su teoría conspirativa, adicionando que era prácticamente imposible que Nariño hubiera podido concebir a sus dos últimas hijas, estando en ese momento preso e incomunicado. Adicionalmente plantea que había que tener en cuenta el hecho de que el cuadro esta datado hacia la fecha que nacieron las niñas (1797-1803), apoyado en la moda napoleónica de principios del siglo XIX que luce la señora retratada. La conjugación de todo esto parecía apuntar a que la señora Magdalena habría sido infiel.
El enigma del medallón
La señora Ortega reúne las evidencias de esta teoría en su libro del año 2000 ‘El enigma del medallón’. La respuesta de historiadores de la academia, como Enrique Santos Molano, así como de miembros de la ‘Sociedad Nariñista’ fue inmediata y virulenta. En muchos artículos se planteó la imposibilidad de los hechos, tratando de refutarlos al mostrar por ejemplo que Nariño si podía recibir visitas (algo que no está probado seriamente), o inclusive tratando de desmentir que el cuadro fuera de Magdalena (algo que tampoco puede ser afirmado o refutado con certeza, mas allá de los testimonios orales de quienes fueron dueños del cuadro).

Pero adicional a esto hubo varios ataques directos a Carmen Ortega, señalándola manchar la honorabilidad de Nariño y por extensión de la patria. Incluso se planteó la posibilidad de denunciar a Carmen Ortega por “calumnia histórica”. Las peleas por el hecho llevaron a furiosas peleas y diatribas en varios medios.
Aunque la evidencia en pro o en contra de dicha “conspiración” es ante todo circunstancial, y es muy difícil de comprobar o desmentir, la respuesta de una academia de tradición patriarcal y mojigata, incapaz de concebir que una mujer relevante para los procesos históricos no fuera abnegada, pura y virginal, habla mucho de las maneras como se ha planteado desde la tradición historiográfica colombiana, el papel de las mujeres en la historia.